Les dejamos un artículo escrito por Patricio Segura, tomado de http://www.patagoniasinrepresas.cl
y los invitamos a visitar esta página para mantenerse informados sobre las decisiones que se tomen al respecto. Aquí esta interesante nota:
Uno de los objetivos esenciales de las ideologías es convertirse en el único paradigma mediante el cual determinada sociedad analiza y comprende su realidad. Son, por esencia, construcciones culturales que buscan la hegemonía, la anulación de cualquier otra forma de mirar.
Es lo que hoy por hoy está ocurriendo, en alguna medida, con el pragmatismo económico que se enseña día a día en el seno de las familias, al interior de las escuelas, en el refugio de las amistades y, por cierto, en los medios de comunicación, particularmente de la publicitaria televisión.
Pero a pesar de aparecer como la ideología dominante, siempre existen momentos en que la luz del necesario disenso ilumina el camino. En el caso que nos convoca, cuando se demuestra que no todo lo puede el dinero. Que hay situaciones que el lucro no puede manejar. En ellas, la desazón de lo perdido, la tristeza de lo imposible de recuperar, la inquietud por lo que nunca más podremos disfrutar. Sensación que no hay chequera alguna que pueda transformar en felicidad.
Es ésta la reflexión resultante de acudir el viernes en Coyhaique a la presentación del cantautor Richard Sepúlveda, el pensamiento luego de ser testigo de la parición de su primer disco “Tierra querida”. Una carta musical por entregas, dedicada por esencia a la belleza y pureza de Aysén, a las particularidades de su gente, las de hoy y las de siempre.
“Alacalufes, kaweshkar, chonos y tehuelches, son mi cultura y tradición. No, no cambio bosques, praderas ni el sello verde, por energía e inundación” entona este joven aysenino en “Patagonia no te rindas”.
Pero él no es el único que se maravilla y enorgullece de vivir en esta tierra entrañable.
“Nómbrame un lugar del mundo donde aún cante con ternura, un río de ésos profundos, y mi gente su bravura. Dime si ves en el mundo árboles, flores y savia, la naturaleza, hermano, se defiende con la rabia” lanza Alonso Núñez al ruedo, en “Con la rabia”.“Señores yo soy del Baker, esa geografía tan dura, mezclada de adversidad y belleza donde prima la hermosura. Bendita esa tierra mía, enigmática sin duda, donde muchos perdieron la vida, sin tener una sepultura” declama el cochranino Nicasio Luna en “Señores yo soy del Baker.
“Mundo, mira y escucha el canto de vida de la Patagonia. Limpia tu alma, empápate de la verde y blanca luz de la montaña. Vida es, reserva de flora, fauna, agua, soles y noches bellas” nos han dicho por años los Trapananda, Mario Burgos y José Aguilar, en “Canto de vida”.
Y como ellos, decenas de hombres y mujeres se han sorprendido con esta tierra escondida al fin del planeta, de las que ya no quedan, y abrumados la han transformado en música, imágenes, poesía, usando sus dones y sueños, aunque sea sólo por un instante, para congelar este Aysén y su profunda esencia.
Hubo un día en que Vicente Pérez Rosales, en “Recuerdos del pasado”, nos habló de los “bosques inagotables” de una pretérita Santa María la Blanca de Valdivia. Durante muchos años se mantuvo tal locura; la posibilidad de intervenir los ecosistemas al antojo sin que éstos se inmutaran. Si hasta hace unos pocos años se mantenía el discurso, se anunciaba como verdad absoluta que existían dos categorías de recursos naturales; los agotables y los inagotables. ¿Alguien cree que el aire, el mar, el sol se acabarán algún día? preguntaron los profesores a toda la generación que hoy dirige la economía y el poder político, en una cátedra que fuera luego arrasada por el huracán de ética para la vida (y el realismo biofísico) que le siguió. Hoy demostrado está que el aire sí escasea en el contaminado invierno santiaguino, que los recursos del mar desaparecerían si no fuera por las periódicas vedas y que la luz solar también brilla por su ausencia cuando la niebla de humo no deja que los rayos de vida nutran la existencia que por tiempo inmemorial se ha cultivado en los territorios.
Ayer lunes, sin más información hacia la ciudadanía, el Servicio de Evaluación Ambiental subió recién al sistema electrónico el tercer adenda de HidroAysén. Recién porque la carta de ingreso del documento suscrita por el vicepresidente ejecutivo de la empresa está fechada el 5 de abril, hace casi una semana. De esta forma, la Comisión de Evaluación Ambiental tiene ya menos de un mes para emitir una resolución de calificación definitiva, si es que no hay suspensión de plazos de por medio.
Es éste un momento importante, pero no el último en la tarea que es hacer ciudadanía en la Patagonia.
Porque independiente de lo que algunos añoren, muchos hombres y mujeres amantes de Aysén le seguirán cantando a esta tierra hermosa y a su gente, para orgullo de quienes en ella vivimos, y también de quienes la quieren de lejos y de quienes vendrán en el futuro.
Y a pesar de la ideología que grita que todo tiene precio pero nada valor, existirán aún quienes se niegan a que lo que muchos conocemos de esta tierra quede relegado simplemente y por siempre a la letra de una hermosa canción. Que quieren que sus hermosos ríos y lagos, montañas, bosques y glaciares, hombres y mujeres orgullosos de su tierra y cultura, para otros sean inspiración
Pero a pesar de aparecer como la ideología dominante, siempre existen momentos en que la luz del necesario disenso ilumina el camino. En el caso que nos convoca, cuando se demuestra que no todo lo puede el dinero. Que hay situaciones que el lucro no puede manejar. En ellas, la desazón de lo perdido, la tristeza de lo imposible de recuperar, la inquietud por lo que nunca más podremos disfrutar. Sensación que no hay chequera alguna que pueda transformar en felicidad.
Es ésta la reflexión resultante de acudir el viernes en Coyhaique a la presentación del cantautor Richard Sepúlveda, el pensamiento luego de ser testigo de la parición de su primer disco “Tierra querida”. Una carta musical por entregas, dedicada por esencia a la belleza y pureza de Aysén, a las particularidades de su gente, las de hoy y las de siempre.
“Alacalufes, kaweshkar, chonos y tehuelches, son mi cultura y tradición. No, no cambio bosques, praderas ni el sello verde, por energía e inundación” entona este joven aysenino en “Patagonia no te rindas”.
Pero él no es el único que se maravilla y enorgullece de vivir en esta tierra entrañable.
“Nómbrame un lugar del mundo donde aún cante con ternura, un río de ésos profundos, y mi gente su bravura. Dime si ves en el mundo árboles, flores y savia, la naturaleza, hermano, se defiende con la rabia” lanza Alonso Núñez al ruedo, en “Con la rabia”.“Señores yo soy del Baker, esa geografía tan dura, mezclada de adversidad y belleza donde prima la hermosura. Bendita esa tierra mía, enigmática sin duda, donde muchos perdieron la vida, sin tener una sepultura” declama el cochranino Nicasio Luna en “Señores yo soy del Baker.
“Mundo, mira y escucha el canto de vida de la Patagonia. Limpia tu alma, empápate de la verde y blanca luz de la montaña. Vida es, reserva de flora, fauna, agua, soles y noches bellas” nos han dicho por años los Trapananda, Mario Burgos y José Aguilar, en “Canto de vida”.
Y como ellos, decenas de hombres y mujeres se han sorprendido con esta tierra escondida al fin del planeta, de las que ya no quedan, y abrumados la han transformado en música, imágenes, poesía, usando sus dones y sueños, aunque sea sólo por un instante, para congelar este Aysén y su profunda esencia.
Hubo un día en que Vicente Pérez Rosales, en “Recuerdos del pasado”, nos habló de los “bosques inagotables” de una pretérita Santa María la Blanca de Valdivia. Durante muchos años se mantuvo tal locura; la posibilidad de intervenir los ecosistemas al antojo sin que éstos se inmutaran. Si hasta hace unos pocos años se mantenía el discurso, se anunciaba como verdad absoluta que existían dos categorías de recursos naturales; los agotables y los inagotables. ¿Alguien cree que el aire, el mar, el sol se acabarán algún día? preguntaron los profesores a toda la generación que hoy dirige la economía y el poder político, en una cátedra que fuera luego arrasada por el huracán de ética para la vida (y el realismo biofísico) que le siguió. Hoy demostrado está que el aire sí escasea en el contaminado invierno santiaguino, que los recursos del mar desaparecerían si no fuera por las periódicas vedas y que la luz solar también brilla por su ausencia cuando la niebla de humo no deja que los rayos de vida nutran la existencia que por tiempo inmemorial se ha cultivado en los territorios.
Ayer lunes, sin más información hacia la ciudadanía, el Servicio de Evaluación Ambiental subió recién al sistema electrónico el tercer adenda de HidroAysén. Recién porque la carta de ingreso del documento suscrita por el vicepresidente ejecutivo de la empresa está fechada el 5 de abril, hace casi una semana. De esta forma, la Comisión de Evaluación Ambiental tiene ya menos de un mes para emitir una resolución de calificación definitiva, si es que no hay suspensión de plazos de por medio.
Es éste un momento importante, pero no el último en la tarea que es hacer ciudadanía en la Patagonia.
Porque independiente de lo que algunos añoren, muchos hombres y mujeres amantes de Aysén le seguirán cantando a esta tierra hermosa y a su gente, para orgullo de quienes en ella vivimos, y también de quienes la quieren de lejos y de quienes vendrán en el futuro.
Y a pesar de la ideología que grita que todo tiene precio pero nada valor, existirán aún quienes se niegan a que lo que muchos conocemos de esta tierra quede relegado simplemente y por siempre a la letra de una hermosa canción. Que quieren que sus hermosos ríos y lagos, montañas, bosques y glaciares, hombres y mujeres orgullosos de su tierra y cultura, para otros sean inspiración
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